martes, 29 de noviembre de 2016

Sobrevalorado, absurdo, snob, casposo, gilipollas

El otro día (el 25 de noviembre) al consultar las estadísticas de mi blog me quedé patidifuso viendo que había habido un tsunami de visitas.


En un momento había habido tres mil simultáneas. (Y en un par de días sumaron ocho mil y pico).
Busqué con inquietud más datos, y resultó que la entrada objeto de aquel "ataque" era una de agosto que ya dormía el sueño de los justos: "Piso en venta", y que aquel desaforado tráfico de visitantes procedía de "menéame".
¿Que qué es eso de menéame? Pues no lo sé muy bien. Un sitio web que tiene muchísimos seguidores y comentaristas (y un buen puñado de brothers-in-law) que cuando se fijan en una noticia, en una entrada de un blog o en lo que sea, lo "menean". Y vaya si lo menean. A mi entrada la han meneado pero bien. Demasiado.
Un sitio web pequeño y modesto como es este blog se ve de pronto petado a visitas, colapsado, y roza por un  par días la gloria de... ¿la gloria de? ¡qué narices! Este blog ni tiene publicidad ni vive de las visitas ni ingresa ni un céntimo por ellas, pero reconozco que yo sí vivo (moralmente) de vuestros comentarios y de vuestro más que demostrado aprecio. (Ah, vanitas vanitatis).

Pues, hablando de vanidad, cuando vi esto fui a menéame (os he puesto el link más arriba) y comprobé con alegría (vale, y también con babosa autosatisfacción) que había muchos comentarios elogiosos. Creo que me hinché más de lo que me convenía. Qué tonto y qué ingenuo fui.
Porque los comentarios seguían apareciendo sin parar, hasta que entró el primer ¡zasca!: "El autor es un snob, pero los que comentan en el blog se llevan la palma". (Sí, amigos: os incluyen).


También había bastantes consideraciones de que el fin último de las viviendas es que sus usuarios vivan en ellas, de que cada uno es libre de decorar su casa como le parezca, etcétera. Pues naturalmente que sí; estaría bueno. Hasta ahí podríamos llegar. Yo nunca he pedido penas ni multas de ningún tipo para ninguno de estos propietarios. Lo que no me va a quitar nadie es mi afán de bocazas, de opinador, incluso de crítico. Pues también eso estaría bueno y también hasta ahí podríamos llegar. Eso sí: suelo ser educado, e incluso suelo tirar de sentido del humor, enfangarme lo menos posible e insultar muy poco.

Y ya, claro está, como no podría ser de otra manera, por fin apareció la palabra que todos estábamos esperando: gilipollas.

Soy un purista, prefiero la versión original con mención a Alfredo Kraus
en vez de a Luz Casal, pero dejo esta por el clarinete. Qué bueno.

"Un gilipollas se hace el graciosillo guay porque la gente tiene su casa como le viene en gana.
Esa casposa superioridad moral, bastante más casposa que cualquiera de esos muebles o decoración".


Bueno: se ve que esto es el precio de la fama. Lo asumo. No pasa nada. Keep calm and lo que sea. "Menéame me lo dio y menéame me lo quitó. Bendito sea su santo nombre".

Pero es que hoy uno de ellos ha entrado a comentar a mi blog con muy mala leche y mucho odio.
Yo no sé. A lo mejor ver que se meten con uno en una página ajena no ofende, y que vengan a tu casa a llamarte cosas sí. O a lo mejor es que lo que trasluce ese comentario es un odio y una animadversión dolorida y frenética contra toda nuestra profesión.


No soy yo quién para defender la profesión. (Además, una profesión que estuviera necesitada de mi defensa no podría estar peor, y la nuestra no está tan mal). Tampoco quiero contestar este comentario ad hominem, ni tampoco rebatirlo punto por punto. Se me hace aburrido. Además ir punto por punto sería darle demasiada importancia.
Sólo he pretendido poneros en antecedentes, y con ello he ocupado ya bastante espacio como para empezar ahora con una desaforada y desubicada defensa de nuestra profesión. No haré tal. Sólo me apetece decir tres cosas:

1.- El edificio conocido como Torres Blancas, diseñado por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, es una puta obra maestra, y quien no sepa apreciarla, allá él. Es una desgracia como no ser capaz de disfrutar del West End Blues de Louis Armstrong o del Suprematismo dinámico, 1916, de Malévich. Qué se le va a hacer. (*)
2.- En mi artículo digo que esos pisos, que para nosotros son templos, para estas familias han sido sus hogares, y eso me llena de hondo respeto y comprensión. Creo que no he sido pretencioso ni prepotente. Casposo y gilipollas puede ser; cada uno es como es, pero he releído la entrada y tiene muchas menos burlas de las que creía recordar. Vamos, burlas burlas no tiene ninguna, y el tonito irónico es algo a lo que todos tenemos derecho. Estaría bueno.
3.- Ya he reconocido los excesos de nuestra profesión muchas veces. Creo que en general los arquitectos somos muy autocríticos con ella. Pero ya está bien. Ya es hora de poner pie en pared y decir "hasta aquí". Hace muchos años (yo era niño) era frecuente escuchar una explicación ignominiosa y brutal cuando un indeseable pegaba a su esposa: "Algo habrá hecho". Pues no. Esta vez no voy a usar una explicación parecida. Nos pegan a todos con odio y con saña, pero esta vez no me sale de la caspa agachar la cabeza, asumir la culpa y justificar la agresión. Esta vez no me sale decir el humillado y feroz "algo habremos hecho". No. Me arrogo el derecho de repetir que Torres Blancas es una reputísima obra maestra, y que gastarse más de un millón de euros (ahora con la crisis unos 800.000 €) en un piso que no te gusta y que llenas de muebles cutres y adocenados sí que es de... Bah, no lo digo.

Ya critiqué el edificio del Ruedo, y ahí hay un problema muy distinto. Los destinatarios no tienen medios de elegir ni de comparar, y hay fallos inaceptables por gente que no puede encargar muebles a medida, pero quien tiene un millón de euros tonto (bueno, ochocientos mil) para comprarse un piso en Madrid tiene muchos, muchos, muchos pisos para elegir; y casi todos con todas las paredes planas. También tiene dinero para elegir o encargar muebles coherentes (ojo, que muchos de los muebles fotografiados en aquella entrada del blog son caros). ¿Por qué se lo compran precisamente en Torres Blancas para llenarlo de mesas con patas terminadas en garras de león y cojines con pompones?
Creo que la posesión privada de obras de arte está regulada en cuanto a castigar la intervención caprichosa en ellas. No estoy seguro. Pero pondré el ejemplo de un multimillonario que se compre el citado cuadro Suprematismo dinámico, que no le gusta absolutamente nada, y que lo arregle pintando flores, muchas flores, entre los cuadrados, rectángulos y trapecios. ¿No es suyo el cuadro?, ¿no lo ha comprado él con su dinero? ¿Es que no va a poder hacer con él lo que quiera? Pues hala, a cascarla. Y quien ose criticar la operación (ya sé que a muchos os gustaría y os haría mucha gracia, viciosos) es un sobrevalorado, un absurdo, un casposo y un gilipollas.

Nota.- En el rato que he tardado en escribir esta entrada, mi amiga Anarwen, Ana Espiral, etc, vamos, Ana, ha contestado a ese comentario en mi blog con una defensa de nuestra profesión. Con ello me defiende a mí y a mi entrada. Muchas gracias, Ana. (Claro, que se acaba de enterar de que va a ser la protagonista de un capítulo de mi novela Cortadle las alas, le ha hecho ilusión y está de mi parte).
Bueno. A ver si pasa la tormenta de menéame del todo, que yo creo que sí, que ya ha pasado, y vuelvo a estar tranquilito una temporada.

(Y si te ha gustado, o no, esta entrada, puedes clicar el botón g+1 y hacer un comentario. Te dejo incluso que me llames sobrevalorado, absurdo, snob, casposo y gilipollas).


(*).- Nota-Addenda de 29 de noviembre: Me encanta comer, y disfruto enormemente con la comida, pero no soporto el queso. Sé que me pierdo una gama de sabores y matices que, por lo que me dice gente de mi total confianza, son una de las razones por las que merece la pena vivir. Pero el queso me da repelús. Pues yo me lo pierdo. Allá yo. Qué se le va a hacer. Es una carencia que tengo, y una carencia importante. Supongo que algo parecido le ocurrirá a quien no sabe apreciar la arquitectura contemporánea. Hay tantas cosas para admirar y disfrutar.

15 comentarios:

  1. Bueno, bueno, amigo Jose Ramón. Sin duda acabas de descubrir lo que supone el salto al estrellato, aunque sea durante unas horas.

    Yo creo que no todo es tan horrendo como parece. Entre un torrente de comentarios de avalancha en meneame o similar, hay mucho feedback (y mucha gilipollez, realmente). Si al final eres capaz de abstaerte, seguro que algo positivo te queda.

    Eso si, hay que tener mucha paciencia para no dejarse minar por aquellos que tras un seudonimo desatan toda su frustracion personal y violencia verbal en cosas que nunca serían capaces de decirte mirando a la cara (twitter es un microcultivo similar).

    En cualquier caso, mucho animo, ya sabes que aunque pequeñita tienes una pequeña legión de fieles seguidores, entre los que tengo el honor de contarme.

    Un abrazo.

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  2. Chapeau por la entrada (de parte de un gilipollas que no le gusta nada escribir en blogs, pero hoy me sentía obligado.....).

    La respuesta era para mi amigo el gilipollas autor de este blog, no para Luis Fernández, pero soy casi tan manazas como tu manejándome en estas diabólicas redes....

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    1. Te he borrado el comentario de donde lo habías puesto al principio, como respuesta a Luis Fernández.
      Bienvenido al club de los gilipollas y al club de los manazas.

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  3. Querido José Ramón.

    Empezamos a tener una edad en la que es de agradecer que alguien quiera menearte. Cosa distinta sería que te agitasen, o te batiesen, y no digamos ya que te sacudiesen. Pero que te meneen un poco no está nada mal. :-)

    Tras haberte tranquilizado con mis palabras, lo cierto es que hay muchas personas que pierden el "oremus" cuando están tras un teclado, y no son conscientes del daño que pueden hacer a las PERSONAS que reciben sus críticas. Seguro que ese mismo internauta no hubiese dicho eso, ni en ese tono, si lo tuvieses cara a cara.

    Por lo demás yo aprovecharía el meneo como un estimulante, como un acicate para seguir adelante con este magnífico blog que seguimos con interés muchas personas, algunas de las cuales, entre las que me incluyo, solo sabemos de arquitectura lo que tú nos vas contando.

    Un saludo.

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  4. Por lo menos nadie te ha llamado sinsorgo.
    Eso sí que te dolería, ¿eh?
    Un abrazo, y pasa de trolls, haters, y demás especies, amigo.

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  5. Yo sigo siendo fan de tu blog. Soy arquitecta y trabajo, y tengo un amor-odio por la profesión que me hace sentir a veces fascinada y elevada espiritualmente y a veces con ganas de mandarlo todo a tomar viento y hacerme cocinera y/o cantante. Últimamente me impresiona mucho cómo hay gente que acumula tanto odio y rencor como para escribir eso que el anónimo te ponía en la otra entrada... Qué poco se respeta a los demás. En fin. Un abrazo y como siempre, enhorabuena :)

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  6. José Ramón, quédate con los comentarios positivos, que son muchos. Además trolls los hay y habrá siempre. Por su comentario, se ve es que una persona con un análisis sesudo...
    ¡Abrazo y sigue así!

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  7. Muchas gracias a todos.
    Mi intención no era escribir esta entrada para recibir caricias y mimos, pero la verdad es que sientan muy bien.

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    1. ¿Ah, no? Pues vaya sinsorgo que eres...! ja, ja, ja, ...

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    2. Me gusta lo de "sinsorgo". Me suena a "tontorrón" en plan cariñoso.
      Desde que me enseñaste esa palabra la uso mucho.

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  8. No ofende el que quiere, sino el que puede.

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  9. ¿Me he quitado el sombrero?
    Me he quitado el sombrero. :)
    Mira, mira, ni leo lo que escribió el tiparraco ese, que me vuelvo a cabrear y no quiero, que soy pefeceísta y mis energías tienen que ir para lo que tienen que ir. :P
    Ayyyyyy, qué emoción!! :D

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  10. Una cosa es opinar sin mucho fundamento y otra tratar de imponer a los demás una moral en base a prejuicios y, para más inri, creyéndose un experto porque tiene un familiar que tal o se ha visto un vídeo de YouTube muy ilustrativo. Esto es lo que practican webs como menéame: la imposición de una determinada moral y la censura de las demás posiciones por muy coherente y educadamente defendidas que estén.

    Y no entro en mayores detalles porque estoy muy cansado para oírme como esta policia moral me acusa de misa-, miso-, -fobo, -ista y un conjunto de peyorativos de los que quien me conoce sabe que no puedo estar más alejado.

    El verdadero gilipollas es el califica con esa palabra a los que, como el autor del blog, expone su parecer con buenas formas y desde una erudita base teórica forjada tras años y años de leer, debatir y trabajar en lo que ama. Por ejemplo, yo sin ser liberal ni comunista, cuando escucho a opinadores tan mediáticos como Juan Ramón Rallo o Julio Anguita que hablan desde la sinceridad, el respeto y un profundo conocimiento de su materia, no cabe en mi más que respeto y vocación de aprender.

    Ni caso José Ramón. Sigue a lo tuyo en este humilde espacio, con las mismas formas, tono y contenido que llevas empleando más de 4 años, que tu humilde audiencia lo disfruta mucho.

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  11. Buenas tardes leo tu blog siempre con agrado precisamente por todo lo contrario de lo que argumentan esa panda de incompetentes.
    El problema no es lo estirado que sean los arquitectos el problema es el triunfo del hombre masa, la defenestración de las élites, el querer "decorar" con florecitas el cuadro de un genio para formar parte de su gloria.
    En fin son pobres de espíritu, rencorosos con el genio de los demás porque saben que ellos nunca lo serán y sobre todo porque en cuanto tiene que leer algo que carezca de muletillas o use un léxico "evolucionado" son incapaces de entenderlo.
    Siendo arquitecto y ante un ataque como este no es del todo malsano releer las aventuras (¿desventuras?) de Howar Roark en la novela Aynd Rand.l

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