sábado, 14 de febrero de 2015

No te quejes

El sábado pasado, día 7 de febrero, ha muerto el gran ilusionista argentino René Lavand.
Yo lo vi por primera vez en el programa de televisión Chantatachán, de Juan Tamariz, y desde entonces le seguí entusiasmado. Sus juegos eran casi tan maravillosos como las historias que contaba mientras los hacía. Fascinaba hablando y fascinaba manipulando las cartas.
Fascinaba cómo decía, evocador: "No se puede hacer más lento".



Con siete años ya empezó a interesarse por el ilusionismo y a aprender trucos con barajas. A los nueve estaba jugando en la calle y un coche le atropelló. A resultas del accidente tuvieron que amputarle la mano derecha. (Conste, además, para más dificultad si cabe, que él no era zurdo, sino diestro).
Su mayor afán fue ser ilusionista con una sola mano. Algo increíble. Practicaba sin cesar. Es fácil escribir "sin cesar". Pero quiero decir exactamente "sin cesar".
Sus padres le convencieron para que tomara un empleo en un banco, y allí, de cajero, con su manejo del dinero con la mano izquierda entusiasmaba a los clientes y a sus compañeros, a quienes también les hacía juegos con las cartas en cada ocasión.
René llevaba siempre un mazo de cartas, o dos, en el bolsillo. Una verdadera obsesión. Un vicio.
Que Dios le bendiga: Un hombre que nació y vivió para hacernos felices.

Sin embargo, me pregunto: ¿Habría sido tan bueno si no hubiera sufrido aquel accidente de niño? No lo sé. Nadie lo puede saber. Pero quiero imaginar que con su anatomía íntegra tal vez la afición por la manipulación de naipes se le habría acabado pasando al poco tiempo, y habría practicado otras aficiones, otros juegos y otros vicios. Sin embargo, la postración que sufrió le cerró muchos caminos, y se refugió explorando este hasta el final.
Quién puede saber lo que podría haber ocurrido y no ocurrió.

Siempre contó que no había libros de magia para mancos, y que tuvo que aprender por sí mismo. Tuvo que inventar la técnica al mismo tiempo que la iba aprendiendo, o aprenderla al mismo tiempo que la iba inventando. No podía tener profesores ni maestros. Su maestría la obtuvo con su pasión, con su voluntad, con su obsesión.

A menudo vemos otros testimonios de similar pasión, de similar obsesión. Prisioneros de campos de concentración que escribieron su última poesía, antes de entrar en la cámara de gas, con una puntita de acero sobre el larguero de su camastro. Esclavos de las minas romanas que dibujaron en la pared, en medio de aquel infierno. Enfermos muy graves que han sido capaces de hacer cosas importantes... Para qué seguir. Hay muchos ejemplos de personas que, sometidas a las peores circunstancias imaginables, han luchado y han creado o construido algo, y han hecho algo bello y ennoblecedor con sus vidas.
Cabe preguntarse si habrían hecho tales cosas en circunstancias "normales", con una vida "normal" y unas expectativas "normales". A menudo la tragedia dispara lo más vital que tenemos. A veces las circunstancias más terribles nos hacen dar lo mejor.

Por lo tanto, y a la vista de semejantes heroicidades, no deberíamos quejarnos demasiado de nuestros pequeños y domésticos problemas.
Las cosas están mal. Dicho de una forma general y genérica, las cosas han estado siempre mal, y van a seguir estando mal. Pero también está mal que nos quejemos siempre. Pongámonos a lo que sea: a barajar un mazo de cartas con la mano izquierda, a escribir esa novela o esa tesis doctoral de la que estamos siempre hablando pero con la que no nos ponemos, o a pintar de una vez ese cuadro que hace tiempo que queremos pintar pero ponemos excusas para no hacerlo, o a aprender a tocar el violín, o lo que sea. Pero ya vale de quejarse. No tenemos ningún derecho. Pongamos la excusa que pongamos, ha habido y hay gente que en circunstancias mucho más penosas lo han hecho.
Así que chitón y adelante.

Ya terminaba ahí de escribir esta entrada, pero al releerla he visto en mí una postura que no me gusta, y que está ahora muy de moda: la de decir a quien sufre, a quien está en el paro o a quien tiene una enfermedad grave que supere las circunstancias adversas y tire para adelante, lo cual es una grosera forma de decirle que si no supera todo eso es culpa suya. Encima.
No. Yo no quiero decir exactamente eso. A menudo se me viene a la memoria este terrible texto del San Camilo, 1936, de Camilo José Cela, que comparto de pe a pa y que ya he puesto en este blog en alguna ocasión:

No, es inútil, tú no eres Napoleón Bonaparte ni el rey Cirilo de Inglaterra, tú eres carne de catequesis, carne de prostíbulo, carne de cañón, tú eres el soldado desconocido, el hombre a quien no le brilla una estrellita en la frente, los hombres que son carne de horca suelen tener más aplomo, la historia da mucha confianza, tú estás entre el público -en la catequesis, en la ramería, en el frente- y aunque a veces te crees el eje del mundo, no saldrás nunca a cuerpo limpio por encima o delante de los otros catecúmenos, de los otros frecuentadores de mujeres públicas, de los otros soldados, nadie se fijará en ti jamás pero no debes lamentarlo cada cual llega hasta donde puede y los demás le dejan y a ti se te permite vivir, ¿te parece poco?, y aprender la doctrina e ir con mujeres y hacer la instrucción, y también recapitular, sobre todo recapitular.

A mí este texto me retrata. Me siento muy reflejado, y me deprimo. Pero Cela también usaba a menudo la expresión "paciencia y barajar", y me agarro a ella. Y procuro barajar, siempre que puedo, con la mano izquierda. Es el único rasgo de valentía y de rebeldía que me queda.



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1 comentario:

  1. Me siento totalmente identificado con tus escritos. Quizá porque mi trayectoria es similar a la tuya. También estudié en Madrid un par de años después de tí. Es posible que nos viéramos en la escuela. Monté mi estudio y mi SLP. Y estoy padeciendo la crisis económica y personal de forma similar. Cuando te leo estoy frente a mis propios sentimientos.
    Tú has encontrado la pasión de escribir y yo estoy desarrollando la mía, el piano, que siempre ha estado a la espera. Posiblemente se hubiera quedado allí si todo hubiera transcurrido "en circunstancias normales".
    Gracias por tus escritos.

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