viernes, 23 de enero de 2015

Je suis Charlie (mais j'adore l'argent)

Estos días se ha hablado mucho de libertad, de tolerancia, de dignidad. Y se han escrito muy sentidas palabras ante el brutal atentado terrorista de unos islamfanáticos contra los trabajadores del semanario francés Charlie Hebdo: un semanario bastante bruto, cuyos redactores y dibujantes se han dedicado siempre a reírse del lucero del alba, mostrando a menudo una tosca falta de sentido del humor y una excesiva tendencia a la grosería.
Pero al fin y al cabo se reían, y hacían reír a sus lectores. Pocas cosas hay en el mundo más hermosas que reírse y hacer reír a los demás. El humor puede ser más o menos inteligente y más o menos elegante, pero como tal humor a mí (que también soy muy bruto) me parece bien.
Tras el atentado, la revista -mutilada y muy dañada- ha seguido funcionando. Con un tesón y una convicción que les honra, han sacado su número semanal puntualmente.
Los terroristas idiotas han conseguido empapar de ética, de valentía y de rectitud moral lo que hasta ese momento no era sino una colección de eructos. Tras el atentado, los dibujantes cómicos de todo el mundo, y ciudadanos de todas las profesiones, ideologías y pensamientos, enarbolaron el letrero "JE SUIS CHARLIE" (Yo soy Charlie) como solidaridad y unión con los chicos del Charlie Hebdo. El caso es que, una vez cometidos los asesinatos, y una vez manifestado el dolor por todo el mundo, la revista tenía el desafío histórico de responder ejemplarmente.
Y lo hizo. Ha sacado su nuevo número, en cuya portada muestra un dibujo muy poético y emocionante:


Aparece Mahoma (¡nada menos que Mahoma, y en caricatura!) con uno de los ya famosos carteles de "je suis Charlie" y llorando. (O sea, que el propio Mahoma se solidariza con la revista y llora por el atentado de unos desalmados descerebrados que le veneraban y que incluso sentían que actuaban en su nombre). Sobre el dibujo hay un rótulo que me parece algo enigmático: "Todo está perdonado". No sé muy bien si el dibujante, en nombre de la revista, dice que ellos ya han perdonado a los asesinos (cuesta creerlo, en menos de una semana, pero en todo caso es una manifestación loable y admirable) o si ese rótulo también habría que atribuírselo al profeta: Llora, exhibe un cartel de "je suis Charlie" y dice que perdona a los dibujantes blasfemos por sus insultantes y salvajes dibujos y a los terroristas asesinos por su loco crimen.
Bueno; sea como sea, se entiende que todos perdonan a todos (ojalá) y es algo digno de aplauso.
El dibujante ha dicho que hizo el dibujo, y que cuando escribió sobre él "TOUT EST PARDONNÉ" rompió a llorar. Lo creo.

Me parece un fenómeno muy curioso y que llama poderosamente mi atención, y por eso le dedico esta entrada intempestiva (una más) en un blog que debería tratar principalmente de arquitectura.
(Pero no puedo entender la arquitectura que se hace en el mundo si no intento entender algo de este loco mundo. Vamos, que no entiendo nada).

Un fenómeno no menos curioso (que es el que en realidad me ha movido a escribir esto) es que el semanario Charlie Hebdo tiene una tirada de 60.000 ejemplares. Tras la matanza anunció que no sólo no cerraba, ni siquiera temporalmente, sino que el próximo número iba a tener una edición histórica de ¡un millón de ejemplares!

Todos los kioscos de Francia y de otros países empezaron a pedir ejemplares. Muchos ciudadanos de todo el mundo enviaron correos a la revista para reservarlos. Tal fue la reacción que la dirección de la revista vio que se había quedado corta con la estimación del millón, y anunció ¡tres millones de ejemplares!, ¡cinco millones de ejemplares!, ¡siete millones de ejemplares!

Y salieron los siete millones. La gente hacía cola en los kioscos. Miles y miles de personas, millones que jamás habían leído el Charlie Hebdo, que no conocían la revista, o sí, pero que la habían despreciado por chabacana, querían el ejemplar. Había tortas por un ejemplar.

En ebay se ofrecían por precios increíbles.



La gente quiere tener ese recuerdo, igual que quiere una piedrecita del Partenón o de la Pirámide de Gizeh, igual que siempre ha querido poseer el presente, el pasado y el futuro, sus huellas y sus pruebas. Da igual el ejemplar histórico de una revista o el prepucio de un líder histórico. Da lo mismo una cosa que otra. Todo el mundo quiere comprar y todo el mundo quiere vender, y el secreto y la verdad de este universo nuestro es Omnia est pecunia.

Veo dos fenómenos y no sé si tienen alguna aplicación en mi profesión y en mi pensamiento como arquitecto. No lo sé explicar, pero siento que sí, que tienen mucho que ver, y que nos forman a todos.

1.- Los terroristas han provocado el más grande Efecto Streisand de la historia. (Explico por si no queréis clicar el enlace: La famosa Barbra Streisand demandó a un fotógrafo por haber sacado su casa en una foto de la costa de California, lo cual atentaba contra su intimidad. Lo que consiguió la estrella fue que esa foto que habrían podido ver distraídamente pocas centenas de personas sin enterarse siquiera de que esa fuera su casa, la vieran y la sigan viendo millones de curiosos). Los terroristas atentaron contra una revista que hacía dibujos insultantes y blasfemos que veían 60.000 lectores, y acabaron consiguiendo que varios miles de millones de internautas, que ni sabíamos que esa revista existía, hayamos visto esos dibujos. Y que siete millones obtengan en papel el ejemplar del fetichismo.

2.- Lao Tsé escribió el Tao-Te-King, que, entre otras cosas, muestra una filosofía de la inacción. Manifiesta un desprecio completo por la fama, por el dinero, por la sabiduría, por el prestigio, por la acción, por la reacción... por todo, excepto por vivir en paz y en tranquilidad. Pero a mí siempre me ha llamado la atención que el autor de estos pensamientos, si era sincero y consecuente con ellos, se tomara tanto trabajo para argumentarlos, para escribirlos y para publicarlos. Nunca he terminado de entenderlo. He leído el libro, y me gustó mucho, pero me habría gustado más si hubiera caído del cielo, o si se hubiera escrito por casualidad al derramarse un tintero sobre una superficie. No me pega nada un escritor esforzándose tanto para convencernos de que no hay que esforzarse por nada.
Y eso que en aquella época no estaba por allí Ho-Tsé-Ma-nué-La-ra, que le habría dado un suculento anticipo y le habría propuesto que escribiera para 行星 (Planeta).
Algo parecido me ocurre cuando leo "Je suis Charlie", pero al mismo tiempo se pretende especular tantísimo con la emoción. "Je suis Charlie, mais j'adore l'argent".

Por lo tanto, ¿qué conclusión podemos sacar? Ninguna. No se trata de sacar conclusiones, más allá de la sempiterna: "Que el mundo es y será una porquería ya lo sé; en el quinientos seis y en el dos mil también" y que el ser humano, siempre egoísta y miserable, es a la vez capaz de las mayores heroicidades y nos da siempre sorpresas admirables, nobles, vergonzosas, encomiables y ridículas. To junto.


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