sábado, 29 de octubre de 2011

Concurso

Después de tantos años sin hacerlo, me estoy presentando a un concurso de arquitectura. Me ha cundido más de lo que esperaba y me voy a pasar un fin de semana tranquilito. (La entrega es el lunes y ya lo tengo casi completamente acabado).
Ante la escasez de trabajo, y ante lo atractivo de este concurso, supongo que nos presentaremos más de quinientos. Por una parte me siento bobo, iluso, como si, ante la crisis, estuviera feliz por la brillante idea que he tenido de jugarme a la lotería todos mis ahorros. Un disparate y una insensatez. Pero por otra, sé que tenía que hacerlo.
Durante muchos años he trabajado frenéticamente haciendo siempre lo mismo, sin pensar, sin reflexionar. No tenía tiempo para nada.
Ahora, por el contrario, me sobra tiempo. Leo, pienso, escribo este blog...
Y me ha dado el puntito de presentarme a un concurso, cosa que no hacía desde que era muy joven. (Ante varios clamorosos fracasos encadenados me juré no volver a concursar nunca, pero si la carne es débil el espíritu lo es aún más, y nunca se puede decir este concurso no es para mí).
He puesto antes el ejemplo del estúpido que se juega todo lo que le queda a la lotería. Esto mío es peor, porque en la lotería todos los números son equiprobables, y te puede tocar a ti como a cualquier otro, mientras que en esto hay que ser bueno, y yo, ya digo, me he estrellado ya muchas veces contra mis propias limitaciones.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Algunas casas con alma

Siguiendo con el tema del otro día, he hecho memoria de cuántas casas con alma podríamos identificar en el cine.
Miles. Toda película nos cuenta algo, y a menudo ese algo ocurre en una casa. Así que casas vividas y sentidas en las películas las hay a millares.
He pensado que al menos, ya que no pueden "estar todas las que son", sí que podrían "ser todas las que están". Pero ni siquiera. Hay una (bueno, dos) que considero una película menor entre tantas obras maestras, pero aún así la casa me dice mucho.
Casas que nos digan algo. Algunas son las verdaderas protagonistas de su película. Otras tienen un papel muy breve, pero decisivo. En todas hay historia. (Faltan muchas: ¿Hago una segunda parte? Admito sugerencias).
Mientras las seleccionaba he estado pensando todo el tiempo en Emilio.
Pues para ti, Emilio, y para todos los que sintáis algo por estas casas:



















lunes, 17 de octubre de 2011

El alma de la casa

Los arquitectos nos dedicamos (o nos dedicábamos) a hacer edificios, y de ellos casi todos son (eran) casas. Pero en realidad no nos atrevemos a decir "casas", sino que decimos "viviendas" que, no sé por qué, suena más aséptico, y eso que deriva de "vivir".
Se habla del problema de la vivienda, del derecho a la vivienda, del acceso a la vivienda, etc. Incluso se dice eso tan horrible de "vivienda unifamiliar" y "vivienda multifamiliar" (que debería ser aquella en la que viven muchas familias: el piso-patera). Pero ningún niño, al terminar su partido de fútbol, dice: "me voy a mi vivienda", ni ninguna empresa repostera nos pide: "vuelve a tu vivienda por Navidad".
¿Qué es una vivienda? Una cosa mensurable, valorable, calculable... y, sobre todo, hipotecable. Es una cosa que hacemos los arquitectos. ¿Y una casa? Eso es otra cosa.
Estoy ahora enfrascado con la excelente novela Las correcciones, de Jonathan Franzen, en la que acabo de leer lo siguiente:

En las alumbradas casas de los Meisner, los Schumpert y los Person y los Root, se veía claramente que había gente en casa, familias enteras agrupadas en torno a las mesas, cabezas jóvenes inclinadas sobre los deberes, rincones que destellaban televisión, bebés en carenaje, un abuelo que pone a prueba las calidades de una bolsa de té utilizándola por tercera vez. Eran casas con espíritu, sin complejos.
Que hubiera alguien lo significaba todo para una casa. Era algo más que un hecho fundamental: era el único hecho.
La familia era el alma de la casa.
La mente despierta era como la luz de una casa.
El alma era como la ardilla terrera en su agujero.
La consciencia era al cerebro lo que la familia era a la casa.
Aristóteles: Suponiendo que el ojo fuera un animal. la visión sería su alma.

Este tipo de descripciones no son sorprendentes ni excepcionales en el mundo de la literatura, ni en el del cine. Sí que lo son en el de la arquitectura. Quiero decir que el "tema" de la literatura y del cine es el ser vivo, los problemas existenciales, mientras que el "tema" de la arquitectura es el espacio, configurado por elementos inertes.
En las fotografías de las grandes obras de arquitectura no hay gente. Se ven los espacios vacíos, los planos abstractos, la luz, pero nadie habita esos espacios ni nadie es iluminado por la luz.
Las casas de verdad son otra cosa.
Estamos hablando de cosas distintas, naturalmente. Una es la profesión, la técnica, el diseño. La otra es la experiencia vital, las peripecias de la vida.
Planteo la pregunta siguiente: "¿En una casa bien diseñada y construida hay más probabilidad de vivir feliz?" Nos gustaría que la respuesta fuera "sí", pero es, obviamente, "no". No tiene por qué. Pero es que la arquitectura no trata de eso.
Se supone que en una estancia bien iluminada se estudia mejor, se está más a gusto, se es más feliz, pero sabemos que esto no es necesariamente así.
Todo este artículo está mal planteado, porque sugiere que el arquitecto, con su oficio, no tiene ni idea de cómo hacer a la gente feliz. Es lo mismo que si dijera que un arquitecto, por bueno que sea, no puede evitar que contraiga un cáncer un habitante de una casa diseñada por él.
Ya, ya lo sé. Solamente me apetecía, por una vez, mostrar casas en vez de arquitectura.
Y pienso, por ejemplo, en la casa de mís tíos Carlos y Celia. Fue diseñada por mi tío, que no sabía nada del asunto, y estaba distribuida muy toscamente (el enorme salón central era ciego, el cuarto de mi primo daba a un patinillo muy pequeño, etc). Pero yo siempre fui muy feliz allí.
(No era la arquitectura: Eran las personas).
Me ha pillado blandito el texto de Franzen: El alma de la casa. ¿Qué es el alma de la casa?

domingo, 16 de octubre de 2011

Dos ejemplos, dos ideologías arquitectónicas

Siempre estamos con lo mismo:

modernidad / postmodernidad
funcionalismo / metáfora
racionalismo / poesía.

Esto ya aburre, ¿verdad?. Menudo tostón.
Bueno; aburriría si de vez en cuando, en las tontas horas de conducción, no aparecieran inesperadamente algunas joyas. (Joyas que debería prohibir la Dirección General de Tráfico, porque producen súbitos ataques de placer que podrían provocar accidentes).
(Por cierto: las fotos me las ha proporcionado una fuente que, como comprenderá la Meretérica, mantendré en el más riguroso economato).
El primer ejemplo está en la entrada de Aranjuez (Madrid), viniendo desde Madrid por la carretera antigua, a mano derecha.
(Si clicáis la foto, se ampliará y podréis ver los sorprendentes detalles).
Es una casa muy sencilla y muy agradable, diseñada con gusto y limpieza.
Obviamente, el dueño ha necesitado un poco más de altura, probablemente para crear un altillo. Ha analizado racionalmente sus necesidades programáticas y las ha resuelto directa y perentoriamente. Funcionalismo puro, sin concesiones a la "estética", sin tonterías. No se ha molestado en quitar la moldura que señala el anterior perfil del hastial. (Bueno, por no molestarse no se ha molestado ni en pintar su obra).
Soy un racionalista convencido, un funcionalista confeso, y por lo tanto no sé qué afear en esta intervención. Si acaso, se me ocurre la ya mítica observación que le hace la Juani a la Cristal en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?: "Solo tienes sensibilidad en el shosho". Pues sí; hay gente que tiene la sensibilidad ahí mismo. ¿Pero qué es la sensibilidad? ¿Ya estamos con chorradas? ¿Es que vamos a volver a hablar de "la belleza"?
No. No me lo puedo tolerar a mí mismo. Siempre he estado convencido de que una máquina de afeitar es hermosa porque funciona bien, y de que no hacía falta más para "embellecerla". Es más: los intentos de embellecimiento siempre desembocan en la chabacanería y en el kitsch.
Pues entonces esta ampliación es estupenda, y arquitectónicamente irreprochable. Y no sé decir nada malo de ella.
Una última foto antes de que desaparezca detrás del árbol:
Por cierto: ¿Por qué nos parece tan hermoso un árbol? Porque funciona. Porque es un organismo habilísimo. Pues la casa de detrás también funciona ahora mejor que antes. (Supongo; no la conozco por dentro. Pero me imagino que si no fuera así no se habrían gastado el dinero en hacer eso).
Me reafirmo en que toda "chabolización" de un edificio se hace siempre en aras de la funcionalidad. La chabola es la "máquina de habitar" en su estado puro.

jueves, 6 de octubre de 2011

El arquitecto místico (y III)

Si en las dos entradas anteriores hemos hablado de un arquitecto visionario, trascendente y místico, entregado a un monumantalismo metafórico, pero hemos mostrado algunas de sus obras más valiosas (que repetimos que las tiene), ahora vamos a mostrar sus ejemplos más simplones, incomprensiblemente muy valorados en su momento por la inmensa mayoría de la crítica y de los arquitectos.
(Ahora se habla ya muy poco de todo eso. Pero curiosamente la búsqueda de una monumentalidad intemporal, de la "arquitectura esencial de siempre", abocó a una moda, a una moda más. En su momento arrasó, pero ahora parece haber pasado. Como todo).
El gran Bruno Zevi dice que "los residuos Beaux-Arts de Kahn fueron aceptados como novedades dentro del fenómeno de 'vanguardia hacia atrás' más clamoroso de cuantos se produjeron en el pasado siglo". (Se refiere al S.XIX).
También dice que "el esplendor de Louis Kahn se explica sobradamente con el vacío cultural determinado por la crisis de 1955: era preciso descubrir, en parte inventar, a otro "maestro", función que él supo desempeñar. Tuvo la desgracia de ser glorificado como héroe y demiurgo por críticos desenvueltos que postularon apresuradamente el agotamiento de las invariantes lingüísticas, abiertas y dinámicas, del movimiento moderno [...]. De hecho, Kahn no creía en el revival académico, pero se vio atrapado por el personaje que le habían atribuido sus incautos exegetas. Sustituía el lema 'la forma sigue a la función' por 'la forma evoca la función'; con todo, el clasicismo no sigue ni evoca, sino que humilla las funciones y representa únicamente ideas abstractas".
Aquí tenéis algunos ejemplos, un poco sonrojantes:

lunes, 3 de octubre de 2011

El arquitecto místico (II)

Jan C. Rowan, en la revista Progressive Architecture, en 1961, escribió un encendido elogio sobre lo que se estaba fraguando en Filadelfia:
"En Filadelfia ha surgido un movimiento nuevo y vigoroso, armado con un poderoso evangelio... Hay allí un grupo de arquitectos que mira precisamente a esto: una nueva arquitectura, nueva en el sentido de que una vez más intenta ser esencialmente arquitectura. El líder espiritual del grupo es Louis I. Kahn".
¿Un poderoso evangelio? ¿Líder espiritual? ¿Qué es esto? ¿Una secta? Podríamos pasarnos toda esta entrada comentando estas líneas. Fijáos solo en esto: En Filadelfia se está mirando "a esto: una nueva arquitectura". ¿Por qué es nueva? Pues porque "una vez más intenta..." ¿Una vez más? ¿No era nueva?
¿Y qué es lo que intenta? "Ser esencialmente arquitectura". Ya estamos con la tautología: una arquitectura que intenta ser arquitectura. (¿Y qué intentaba ser antes?). Suena tan chorra como eso de: "sé tú mismo". (¿Y quién narices quieres que sea si no?). "Yo soy el que soy". "El espacio... es". Pues sí que estamos bien.
Por lo tanto, agotados ya todos de tanta modernidad, "lo nuevo" fue volver a mirar al pasado. Lo nuevo fue olvidarse del pernicioso movimiento moderno y mirar hacia atrás, hacia la "auténtica arquitectura". Pues vaya. Así que eso era lo nuevo.
Sí que hay una novedad real en Kahn, una novedad interesantísima. Si el movimeinto moderno pretendía cumplir el programa de la manera más eficaz, Kahn plantea que la arquitectura consiste en "crear un espacio que evoque un sentimiento de uso". (Puf: Con la rabia que me da la arquitectura metafórica: Espacios que no sirven para un uso, sino para evocar el sentimiento de ese uso). Y afirma que, para conseguir eso, "el primer acto de un arquitecto debe consistir en cambiar el programa asignado, no ya para satisfacer sus exigencias, sino para sumergirlo en el reino de la arquitectura, es decir, en el reino de los espacios. El proyecto de un edificio se lee como una armonía de espacios en la luz".
Esto puede tener una lectura mezquina (la mía): El arquitecto se pasa el programa por ahí mismo y proyecta una armonía de espacios de luz, aunque, como decíamos en la entrada enterior, la zona de lectura sea incomodísima y ruidosa y los libros, desde las estanterías del archivo, sean los únicos que tienen unas vistas excelentes y mucha paz.
También tiene una lectura hermosa (la de alguien más generoso y más positivo que yo): La arquitectura no es la mera funcionalidad. La arquitectura es poesía. Si en la zona de lectura no se está todo lo cómodo ni todo lo silencioso que uno querría, sí se disfruta del espacio, se respira alegría excitante y se siente un "algo" inefable.
A pesar de que me hago el duro, también estoy de acuerdo con esta segunda lectura. Pero yo defiendo, y siempre defenderé, que el cumplimiento eficaz del programa es lo primero. Es una condición necesaria. No suficiente; de acuerdo. La arquitectura es más que el mero cumplimiento. Pero lo primero es cumplir el programa.
Este texto de Kahn significa que cuando el programa sea antipático y no te deje "crear" te lo tienes que saltar. Nos ha fastidiado. Para mí eso no es arquitectura. Eso es escurrir el bulto.
Con razón se dice que Kahn fue un pionero, y un apóstol, y un mesías. Como que su mensaje ha cundido, y así nos va.
Pero Kahn no es esa simplificación. Kahn nos hizo reflexionar sobre los "espacios de recorrido" y los "espacios de llegada", sobre los "espacios servidos" y los "espacios sirvientes", y verdaderamente supo organizar y jerarquizar los espacios, y bañarlos de luz natural, y pasar de una garganta angosta a una sala enorme, o de un lugar oscuro y con techo muy bajo a otro muy luminoso y con los techos altísimos, como solo sabe hacerlo un verdadero arquitecto, un creador de espacio, que lo sabe diseñar y controlar, y que lo hace funcionar emocionalmente. Y eso es la arquitectura.