miércoles, 28 de diciembre de 2011

La cocina de la abuela de Oiza

Hace años escuché a Sáenz de Oiza hablar contra el diseño excesivamente funcional, y puso un ejemplo muy convincente.
Habló de que la cocina funcional de la Bauhaus tenía previstos exhaustivamente todos los elementos necesarios, hasta el último detalle, y todo ello perfectamente modulado y optimizado.


Era una maravilla que en los años veinte, mientras la casa de su abuela en Cáseda, Navarra, no tenía ni agua corriente ni electricidad, la cocina de la Bauhaus tuviera lavadora, horno, lavaplatos... y todos los adelantos tecnológicos.


Pero... eran todos los adelantos tecnológicos de los años veinte.
Si luego se inventaba algún nuevo electrodoméstico no cabía en esa cocina tan diseñada, tan cerrada. Si las lavadoras cambiaban de sistema de funcionamiento, o de modelo, ya no encajaban en esa cocina que tenía previstas todas las tomas, todos los huecos, todos los comportamientos.


Vamos, que con que cambiara la tensión de suministro de 125 V a 220 V, prácticamente había que tirar la casa y volverla a construir.
Todo estaba tan cerradamente organizado que no permitía ninguna improvisación, ninguna introducción de elementos no previstos.


Mientras que la casa de su abuela tenía una cocina que consistía en una buena lumbre, una pila, una gran mesa y unos muros de piedra.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad

Me encanta Manuel Vicent. El otro día escribió un estupendo cuento en EL PAÍS, que os animo a que leáis (clicad aquí).
Resumo por si no habéis clicado: Fue al Museo Oteiza de Alzuza (Navarra) y vio una caja metafísica de la que salía un hilo vertical delicadísimo, hasta el techo. Un hilo sutil minimalista que en realidad era una telaraña.
La trampa le habría encantado a Oteiza: una verdadera trampa metafísica.
Un mosquito quedó prendido del hilo, y la araña salió presta a matarlo y a comérselo.


Pero en el último momento el mosquito logró escapar y se refugió en el interior de la caja de Oteiza.
La araña, seguramente heredera de la sensibilidad cromlech del alma vasca, no osó entrar en la caja. Recorrió estupefacta el hilo y, al no hallar al mosquito, volvió a subir hasta el techo. Desistió.
El mosquito halló la salvación (en este caso no solo espiritual, sino también física) en el interior del espacio vacío, del espacio sagrado.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

el PELO TAn limpio de peter eiSenMAN

Hace ya muchos años, hacia 1985, en la Galería de los Nuevos Ministerios de Madrid se celebró una exhibición de vídeos de arquitectura, a la que asistí entusiasmado. En aquellos tiempos sin internet yo no había oído nunca la voz del viejo americano, ni había visto los gestos del gafotas suizo-francés. Fue emocionante. En sucesivos días vi todas las películas.
La que más me impresionó, con diferencia, fue una sobre los arquitectos que entonces lo petaban. A cada cual más iluminado y más caradura. Pero el námber guan, el rey o, como diría Guardiola, el puto amo, fue Peter Eisenman. Todos sus amigos habían atendido al entrevistador en poses y ambientes más o menos estupendos, pero él le atendió en la peluquería, con la cabeza inclinada hacia atrás, el pelo blanco lleno de espuma blanca, y unas manos femeninas (cuya dueña quedaba fuera de cuadro) se lo frotaban.


No tengo la menor idea de lo que dijo. Yo estaba boquiabierto, atónito, y era incapaz de leer los subtítulos. Era lo más de lo más. El requetequete hablaba impávido, con las gafas redondas puestas y la pajarita recta, mientras las manos hábiles y fieles frotaban y frotaban el pelo.
Probablemente no había ido a la peluquería. No. Seguro que habían venido a su estudio a lavarle el pelo. Un dios no tiene tiempo que perder.
¡Ole sus turmas! Concediendo esa entrevista demostraba que tenía una cara de hormigón (al menos H-25, pero yo diría H-30), y si de lo que se trataba era de ser más chulo que nadie, él lo era. Incluso más que Philip Johnson, el otro gafasredondas y hachetreinta que salía en el vídeo. Y, además, demostraba que no tenía mejor momento para atender al entrevistador, porque estaba muy liado.
Qué desfachatez, qué mala educación y qué vista de lince. (La verdad es que en aquella época tenía poquito trabajo, y ese tipo de mamarrachadas le debieron de funcionar, porque quién le ha visto y quién le ve).
Años después, en 1988, leí otra entrevista suya, no menos descarada, en el nº 270 de la revista Arquitectura, del Colegio de Arquitectos de Madrid. (Ignoro si también le estaban lavando el pelo cuando se la hicieron). Le preguntaron por la función y el tipo contestó:

¿Qué es la función? Cuando se analiza un edificio, ¿a quién le importa si funciona bien como museo o no, cuál es su uso? Cuando contemplo las villas palladianas, no me importa en absoluto para qué usos se proyectaron, yo miro a la arquitectura. Todos los edificios funcionan, y como todos los edificios no son arquitectura, la función no debe tener nada que ver con la arquitectura.

¿Pero qué narices está diciendo este tío? La cosa sigue, pero no puedo copiar más por ahora. (Me sube la tensión). Solo con esto que he copiado ya tendría para unas cuantas entradas.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Plegarias oteizescas

En estos momentos navideños surge en mí un cierto espíritu religioso.
Cuando a alguien le pasan estas cosas busca estímulos para la meditación y para hacer ejercicios espirituales (en un túnel). Y a veces hasta viaja buscando maestros, santos que le señalen un camino de salvación espiritual.
Eso hago yo. De nuevo busco al Maestro. Escucho lo tantas veces leído y escuchado, pero que siempre es nuevo y siempre es necesario.

 


En el siguiente vídeo vemos al Oteiza malaleche y cabreado de siempre, pero lúcido. Me entusiasma su lúcida diferenciación del arte del objeto y del arte del hombre, y su valoración del arte al servicio del hombre. Arte político, arte social, arte religioso.



Y coda:

sábado, 17 de diciembre de 2011

Feliz Navidad (arquitectónica)

A todos los que seguís este blog os deseo de todo corazón que el espíritu de la navidad entre en vuestras casas


y os las llene de dulzura.


Y, ya puestos a pedir, deseo que los Reyes Magos os traigan muchos regalos.



(Créditos: La primera foto la he obtenido del blog El desierto de hielo, quien a su vez agradece a Invierno Von Marcham. La segunda es una chuche de pan de genjibre (gingerbread), cuyo proceso de elaboración se puede ver en el blog Garden Melodies (hay gente pa tó). La tercera es un modelo de Lego).

lunes, 12 de diciembre de 2011

Nube de humo

El prestigioso estudio holandés de arquitectura MVRDV ha presentado su proyecto La Nube, que se iba a construir en Seúl, Corea, en 2015. Y digo "se iba" porque la cosa se ha torcido de la manera más tonta.
No ha sido la crisis, ni ningún problema técnico, sino la opinión pública, la que parece ser que va a tumbar el proyecto.
La culpa es (una vez más) del simbolismo arquitectónico. Ya lo decía yo el otro día, y no queríais hacerme caso. Pues tomad simbolismo.
Mirad esa imagen durante unos segundos y decid lo primero que se os pase por la cabeza.
Y ahora sigamos.
Son dos rascacielos que, aparte de sus prismáticas evidencias, soportan una airosa composición de células libremente encadenadas, enganchadas a ellos, en un nuevo desafío a la forma, al simbolismo y a la ley de la gravitación universal.
Tan libres son esas células, tan agradablemente dispuestas en aparente desorden pintoresco, y tanto contrastan con la rigidez de las torres, que parecen una blanda nube de algodón.
Bueno, de algodón o de... humo. Del humo de un terrible y criminal incendio, producido por un terrible y criminal atentado.
Porque, efectivamente, la gente se ha escandalizado con el proyecto. Dicen que les recuerda al atentado de las Torres Gemelas de Nueva York.
Y, la verdad, los MVRDV, tan exquisitos, un poco sí que la han cagado.
Tanto jugar con el doble sentido, con la connotación, con la figuración simbólica, y les ha estallado en las narices.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Matrícula de horror

EL PAÍS publica, bajo el título "Matrícula de horror" una lista de diez edificios que avergüenzan a Madrid, y que estarían mucho mejor derribados. (Al menos uno sí va a caer pronto).
Me parecen muy aleccionadoras y llenas de interés tanto la relación de los edificios que se proponen como las razones que se dan.
(Para leer el artículo clicad aquí).
Hoy estoy vago y os propongo que trabajéis vosotros(1). Os propongo un juego: Que publiquéis comentarios a esta entrada proponiendo qué edificios derribaríais en vuestra ciudad (o en otra) y por qué.
Por favor, no temáis no ser expertos en arquitectura, ni proponer el derribo de un edificio emblemático, de una obra maestra. (Es más, si son obras maestras nos reiremos con más ganas).
Espero vuestros comentarios. No os cortéis.

(1).- Ya sé que es políticamente incorrecto, pero para los plurales sigo utilizando el masculino genérico, como me enseñaron hace muchos años en el colegio. Sé que es injusto, pero lo prefiero a "vosotros y vosotras", "expertos y expertas", etc, y, desde luego, a la arrobita que se ha puesto de moda: "vosotr@s", "expert@s", etc. Perdonadme, chicas, y participad en este juego sin tened en cuenta esta incorrección.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

El concepto moderno de espacio arquitectónico

Los del ranking de blogs de arquitectura me han subido de golpe del puesto 72 al 39. ¡Vaya! Esto me carga de responsabilidad, así que hoy debo ser serio y endiñaros un poco de doctrina.
(Que conste que me han debido de subir por algún ajuste raro. Lo primero es que de Wikio han pasado a llamarse ebuzzing, y lo segundo es que nadie o casi nadie baja de puesto, así que ha debido de haber una limpia general, y a partir de ahí volveré a bajar y a normalizarme, y trataré de las banalidades habituales. Pero hoy voy a ser pero que muy serio).
Hay un libro de Giulio Carlo Argan que se titula El concepto de espacio arquitectónico desde el Barroco a nuestros días, de los años sesenta y hoy descatalogado (como tantos y tantos libros fundamentales), que a mí me parece interesantísimo. (Era de la editorial Nueva Visión, de Buenos Aires, y aprovecho para agradecer a las editoriales argentinas la inmensa labor que han hecho por la cultura en castellano, y lo mucho que les debemos desde España. También saludo con cariño a las bibliotecas y a las librerías de viejo, que nos dejan conocer tantísimos libros que el mercado y la moda han devorado).
Bueno: Al grano. He dicho que hoy me pondría estupendo, pero tendré piedad de vosotros y simplificaré todo lo que pueda.
Aparte de esto, hay que tener en cuenta que cuando se habla de términos tan resbaladizos hay que exagerar o, por decir así, forzar los contrastes. Ni lo blanco es tan blanco ni lo negro es tan negro. Es una forma de entendernos.
Argan dice que el espacio no es una relidad objetiva, definida, con una estructura estable, sino que es un concepto; es decir, una idea que tiene un desarrollo histórico propio.
Desde el Barroco hasta nuestros días ese concepto de espacio se ha transformado desde ser considerado algo previo hasta entenderse como consecución final.
Antes del seiscientos la arquitectura se pensaba como representación del espacio, pero en el Barroco se transformó hasta concebirse como determinación del espacio.
El arquitecto del Barroco se da cuenta de que el espacio no existe previamente, sino de que él lo puede crear. Imaginaos la normativa estricta del Renacimiento, los órdenes, la claridad de composición. Entonces el arquitecto también creaba, pero su creación era para constatar que el espacio era como tenía que ser, que la obra se había realizado correctamente.
Sin embargo, el arquitecto del Barroco crea convexidades y concavidades que chocan, explosiones imprevistas y desordenadas, contradicciones. El espacio no es previo, sino que se va determinando a través de las formas arquitectónicas. El arquitecto hace que el espacio palpite, y el ser humano se ve inmerso en una concepción mental, en una abstracción que, no obstante, se materializa muy carnal y concretamente.
El espacio da vértigo.
El arquitecto ya no representa el espacio, sino que lo hace.

domingo, 4 de diciembre de 2011

El viejo optimista

El suplemento cultural Babelia del periódico EL PAÍS publica hoy una entrevista muy interesante con el arquitecto británico Peter Cook.
(Si la queréis leer, clicad aquí).
Peter Cook es un viejo lúcido, un disparatado creador de sueños absurdos tales como ciudades andantes o viviendas-burbuja portátiles.
Peter Cook fue uno de los creadores del grupo Archigram, allá por los años sesenta en Inglaterra. (¿Años sesenta? ¿Inglaterra? En efecto: puro Beatles. A mí sus dibujos siempre me han evocado el Submarino Amarillo y la Banda del Club de los Corazones Solitarios del Sargento Pimienta).
Los Archigram se hicieron internacionalmente famosos e hiperconocidos no por lo que construían (no construían nada), sino por sus propuestas utópicas, beat, fumadas y piradas. Su concepto urbano no era precisamente sensato: La Ciudad Andante, la Ciudad Enchufada y la Ciudad Instantánea fueron tres de sus visiones futuristas para un mundo optimista y muy enrollado. No veo yo a ningún concejal muy por la labor precisamente. Nadie entendía muy bien qué eran ni qué significaban, pero no hay un solo libro de historia de la arquitectura del siglo XX que no hable de ellas.
Eran los juglares, la voz que clama en el desierto, los profetas o los simpáticos bufones, pero no construían. Hacían gracia y ya está.
Pero el lúcido cachondo nos abre el corazón en esta entrevista y nos dice cosas muy dignas de atención. (Por otra parte, todo lo que ha dicho en su vida, siempre, ha sido digno de atención).

sábado, 26 de noviembre de 2011

Un paso adelante

Hay un dicho revolucionario, que yo nunca he compartido, que dice: "Ni un paso atrás, ni para tomar impulso".
Hoy os propongo precisamente eso: un paso atrás para tomar impulso.
La Galería Guillermo de Osma, de Madrid, tiene una exposicón que se titula: Construyendo utopías: de De Stijl a la New Bauhaus. (Lleva desde el 15 de septiembre. No lo he dicho antes porque estoy medio atontado y me acabo de enterar. Pero estará hasta febrero, así que habrá que buscar un hueco, que los meses pasan volando).
Una de las más fieles y queridas seguidoras de este blog es Ana Moreno, historiadora del arte experta en De Stijl, que tiene un blog excelente sobre el tema: Fragmentos del cosmos. (Lo tengo entre los que recomiendo: ahí, en la columna de la derecha). En ella es en la primera que he pensado al enterarme de la exposición..
A mí estas cosas me llenan de melancolía. Mi primer impulso cuando veo estas obras es complacerme con la nostalgia y encerrarme en el agujero seguro del pasado ya resuelto (el pasado siempre está resuelto, por definición; es perfecto. Perfecto = Acabado). Tiendo a aislarme del mundo y a refugiarme en estas certidumbres tan exactas y tan queridas. Estas formas geométricas, estos colores puros parecen decirnos que el orden vence siempre al caos. La abstracción formal, tan fría y tan serena, tan constructiva, nos hace creer en un universo comprensible y leal, nada traicionero.
Pero pienso también en algo terrible: Los autores de estas formas abstractas geométricas tan seguras y tan rotundas trabajaban en medio de la tragedia y del miedo. Ellos eran muy valientes; tenían una fe inconmovible en lo que estaban haciendo, pero mientras tanto el mundo se caía a pedazos.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Lo bueno de la crisis

Hoy hay en EL PAÍS un artículo cuya lectura recomiendo encarecidamente.
Trata de la fuerza con la que unos arquitectos jóvenes y creativos luchan contra... Iba a escribir "luchan contra la crisis", pero en realidad contra lo que luchan es contra la inercia y el pesimismo. En cierto sentido "luchan a favor de la crisis". A ver si sé aclararme las ideas y explicar lo que quiero decir.
Me he negado siempre, por principio, a hablar en este blog de la crisis que nos está matando. Arquitectos sin dinero, sin trabajo, sin presente y sin futuro. Bancos (esos mismos bancos que hace cuatro días no sabían ya que regalarnos, qué ofrecernos: cavas de ébano para conservar vino, relojes termonucleares, cafeteras anaeróbicas...) que nos cierran cuentas de crédito. Demandas de "listos" que buscan arañar lo que pueden... No sé dónde vamos a llegar. No sé qué va a ser de nosotros.
La crisis económica ha reducido un promedio de un 5 % los sueldos de los funcionarios, ha reducido un no sé cuántos por ciento las ventas de coches, un tanto más la de zapatos... Pero a nosotros no nos ha reducido la actividad un tanto por ciento. No. Nos ha multiplicado por cero, como diría el filósofo americano Bart J. Simpson.
Nos han laminado, nos han aplanado, nos han dejado exhaustos. Y ahora que nos hemos quedado boquerones, la compañía de seguros de responsabilidad civil nos sube la prima una barbaridad porque no da abasto, y el colegio de arquitectos nos sube la cuota, y ya no sabemos qué hacer, ni a quién recurrir.
Leo un aviso de un arquitecto que se ha ido a currar a Sydney y proclama su aventura, pero en seguida dice que apenas puede trabajar como delineante en un estudio, diez horas diarias, en régimen  de semiesclavitud.
A todo esto, el colegio de Madrid celebra un curso de dos mañanas sobre cómo dejar de ser imbécil y empezar a reconvertirse de una puñetera vez. Y resulta que el curso cuesta doscientos euros (¡por dos mañanas! ¡precio especial para colegiados!) para que te digan que aprendas inglés (para irte a Sydney, ¿no te digo?) y que diseñes páginas web.
Y la conclusión que saco es que la mejor reconversión consiste en ponerse a dar cursillos de dos mañanas sobre reconversión, a doscientos euros. (Porque, si no, nos vamos a pasar la vida haciendo páginas web, y en inglés).
Y todo es gris, y todo se hunde, y estamos como colgados de las puntas de los dedos, a punto de caer en el abismo. Los dedos ya no pueden más. Ya no tienen fuerza. A nuestro lado cae un compañero. Después, un poco más allá, cae otro. Ya nos toca. Ya nos toca.
Pero dejemos esa porquería y congratulémonos.
La crisis tiene algo bueno para la arquitectura (la poca arquitectura que se hace) y para los arquitectos: Una revolución de la dignidad.


sábado, 19 de noviembre de 2011

Talibanes... Música... Alegría... ¡Yo qué sé!

El otro día el diario EL PAÍS publicó un artículo que me preocupó: Un grupo salafista se ha apalancado en Melilla y ha empezado a soltar barbaridades rigoristas que, al parecer, tienen eco y seguidores. Una de ellas es que la música es malvada, es satánica, es pecado. (Hace muy pocas décadas lo que era pecado aquí era el baile, así que tampoco estamos tan lejos).
Yo soy músico (aficionado, muy malo, pero músico al fin y al cabo. Y toco en una Big Band y todo). Me sorprendo a mí mismo diciéndome que la música es puro rigor, pura matemática, puro control del tiempo, pura precisión. ¡Qué narices! ¡La música es alegría! Señores salafistas: Alegría. Alegría.


(Puro Armstrong. Pura vida. Una vez actuó en Roma, y el Papa los recibió a él y a su esposa. Les hizo la pregunta de compromiso y de rigor: "¿Tienen hijos?", y el gran bocachancla le contestó: "No, Santidad. Pero lo pasamos muy bien intentándolo". Ese es mi Louis. ¡Salafistas a él! ¡Ja!).

(Y ahora, unos demonios que incitan a pecar a unas pobres descarriadas. ¡Virgen del Amor Hermoso! ¡En qué pocos años los demonios de antes se quedan en nada, y los horribles pecados en tiernos recuerdos!)


Es indignante que haya alguien que crea tan firmemente en un dios que es malo, que es cruel, que es un amargado y un tocapelotas de tal calibre. Y eso no es propio de ninguna religión en sí, sino de una cierta forma de entender las religiones, todas las religiones, cualquier religión.
Es una forma de ser: Apocalíptica, amargada, aguafiestas, triste. Y da igual aplicarla a la religión, a la política... o a la arquitectura.
Y me interrogo a mí mismo sobre mi forma de entender la arquitectura: ¿Es apocalíptica, amargada, aguafiestas, triste? Parece que sí. No me gusta nadie. No me gusta nada. ¡Qué horror!
Ahí fuera está la gente bailando, riendo y divirtiéndose, y yo les espío desde el interior de mi casa, a oscuras, mirando por las rendijas de la persiana, reconcomiéndome, planeando mi venganza, musitando: "Bailad, bailad, reíd, que ya vendrá el llanto y el crujir de dientes".

viernes, 11 de noviembre de 2011

Simbolismo dos

El otro día he escrito contra el simbolismo en arquitectura, pero he considerado como simbolismo solamente la metáfora más evidente.
El simbolismo no es solo eso, ni mucho menos. Creo que es simbolista la búsqueda de trascendencia, y entiendo como trascendencia el trasvase de significado desde la pura obra construida hacia... hacia el más allá; hacia un horizonte de belleza, de bondad, de historia, de heroísmo, de paz, de... de lo que sea.
Es decir: me refiero al monumento. Me refiero a la obra arquitectónica que no piensa en arquitectura, sino en homenajes, salvaciones, evocaciones, misticismos, ideologías, etc.
Hay una tentación de que la obra de arquitectura evoque la paz, la amistad, la lucha contra la opresión, la libertad, etc. Incluso cuando proyectamos una fábrica de embutidos de cerdo tenemos la tentación de buscar que el edificio muestre una cierta "cerdalidad" (lo que, en un extremo calatravesco o ledouxesco como los que veíamos el otro día, nos llevaría incluso a darle forma de cerdo).
Esto es un error, fruto incluso de la enseñanza que tuvimos. (A mí, en Análisis de Formas de primer curso, me pusieron a pintar el miedo). Pero creo que esto no produce buena arquitectura.
Cuando hace unos cuantos artículos me metí con el simbolismo de Kahn me refería a esa evocación de la "gran arquitectura", a esa monumentalidad innecesaria y antifuncional, a esa premisa kahniana de que la forma no debía seguir a la función, sino evocarla y representarla. En ese sentido, una biblioteca no satisface la función de leer (como las magníficas de Aalto), sino la representatividad y la dignidad de la lectura y de la cultura, su importancia sociológica o política, etc. En ese sentido digo que Kahn es simbolista y que eso no me gusta.
Repito que el simbolismo arquitectónico es ansia de monumentalidad, y si eso ya me huele raro en escultura, en arquitectura me parece completamente impropio.
Sigo la tesis de Zevi y afirmo que lo que se ve en esta foto de arriba no es arquitectura, sino escultura. Por muy grande que sea (¿quién limita el tamaño de una escultura?) y por mucha estructura que tenga (¿quién limita los materiales y sistemas constructivos de una escultura?) no tiene espacio interior, y yo añado que no tiene funcionalidad interna, "habitabilidad", por decirlo de alguna manera. Es un mero monumento, una mera escultura (y además mala).
Otro tal es esta tarta de crema:
que no tengo el disgusto de conocer in situ, y que sí parece tener algún espacio interior y alguna función (que supongo que será representativa, administrativa, expositiva, etc). Pero para mí tampoco es arquitectura.

(Esta foto está obtenida de la sección de viajes de la web de Daniel Prado Rodríguez, que es su autor. Podéis ver la foto original y un comentario de Daniel Prado sobre el monumento clicando aquí).

jueves, 3 de noviembre de 2011

Contra el simbolismo arquitectónico

En el S. XVIII el arquitecto neoclásico utopista Ledoux diseñó una ciudad ideal para una nueva sociedad ideal. Uno de los edificios de esa ciudad maravillosa era el Oikema: una "casa del placer". No es exactamente lo que estáis pensando; es peor.
Al ciudadano (varón) de la nueva sociedad había que darle educación sexual, y no solo teórica, sino, sobre todo, práctica. Por lo tanto, eran necesarios unos establecimientos "científicos" que le mostraran al joven ciudadano todas las perversiones, y después le señalaran el recto camino y le dieran el servicio adecuado y óptimo.
(Curiosamente, para las jóvenes ciudadanas no se preveía nada similar. Supongo que el joven aprendería en estos establecimientos y ya se lo enseñaría después a su novia como pudiera, cuando fuera su esposa. Digo yo).
A este edificio le dio forma de... sí. Es cierto. Podéis creerlo.
Sus ideas sociales podrían ser revolucionarias. Su arquitectura nada de nada. Pasillo, habitación, habitación, habitación... Vamos, lo de siempre. Con una sala elíptica innecesaria para hacer de glande y dos galerías semicirculares, también completamente gratuitas, para los testículos.
Se me cae el alma a los pies. Qué cosa tan chabacana, pero, sobre todo, tan estúpida.
Pero esta otra planta ya es porno:
Y me hace dudar de la formación sexual del propio Ledoux. Hijo: ¿dónde te has metido? (O, mejor preguntado: ¿Hasta dónde?).
No sigo por ahí. Es que hay que ser bruto.
Solo añado que el torpe de Ledoux ni siquiera supo resolver arquitectónicamente su edificio. Porque lo que plantea en planta no sabe resolverlo en alzado.
Las plantas no se ven. Nadie puede apreciar la planta de un edificio. Un edificio solo se ve como una sucesión de perspectivas. La planta es una abstracción que una mente bien entrenada puede reconstruir a posteriori (sobre todo si le facilitan los planos).
¿Para qué propone Ledoux semejante chorrada, si luego no la lleva hasta el final, si luego sólo son columnatas y frontones que nadie puede entender?
Curiosamente, esa arquitectura "utópica" e "ideal" se dio en pleno "siglo de las luces", en pleno racionalismo.
Hoy hemos prosperado. Hoy nos hemos liberado del clasicismo y podríamos hacer un pene 3D hasta con la venilla esa tan graciosa. Hoy estamos muchísimo mejor.

sábado, 29 de octubre de 2011

Concurso

Después de tantos años sin hacerlo, me estoy presentando a un concurso de arquitectura. Me ha cundido más de lo que esperaba y me voy a pasar un fin de semana tranquilito. (La entrega es el lunes y ya lo tengo casi completamente acabado).
Ante la escasez de trabajo, y ante lo atractivo de este concurso, supongo que nos presentaremos más de quinientos. Por una parte me siento bobo, iluso, como si, ante la crisis, estuviera feliz por la brillante idea que he tenido de jugarme a la lotería todos mis ahorros. Un disparate y una insensatez. Pero por otra, sé que tenía que hacerlo.
Durante muchos años he trabajado frenéticamente haciendo siempre lo mismo, sin pensar, sin reflexionar. No tenía tiempo para nada.
Ahora, por el contrario, me sobra tiempo. Leo, pienso, escribo este blog...
Y me ha dado el puntito de presentarme a un concurso, cosa que no hacía desde que era muy joven. (Ante varios clamorosos fracasos encadenados me juré no volver a concursar nunca, pero si la carne es débil el espíritu lo es aún más, y nunca se puede decir este concurso no es para mí).
He puesto antes el ejemplo del estúpido que se juega todo lo que le queda a la lotería. Esto mío es peor, porque en la lotería todos los números son equiprobables, y te puede tocar a ti como a cualquier otro, mientras que en esto hay que ser bueno, y yo, ya digo, me he estrellado ya muchas veces contra mis propias limitaciones.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Algunas casas con alma

Siguiendo con el tema del otro día, he hecho memoria de cuántas casas con alma podríamos identificar en el cine.
Miles. Toda película nos cuenta algo, y a menudo ese algo ocurre en una casa. Así que casas vividas y sentidas en las películas las hay a millares.
He pensado que al menos, ya que no pueden "estar todas las que son", sí que podrían "ser todas las que están". Pero ni siquiera. Hay una (bueno, dos) que considero una película menor entre tantas obras maestras, pero aún así la casa me dice mucho.
Casas que nos digan algo. Algunas son las verdaderas protagonistas de su película. Otras tienen un papel muy breve, pero decisivo. En todas hay historia. (Faltan muchas: ¿Hago una segunda parte? Admito sugerencias).
Mientras las seleccionaba he estado pensando todo el tiempo en Emilio.
Pues para ti, Emilio, y para todos los que sintáis algo por estas casas:



















lunes, 17 de octubre de 2011

El alma de la casa

Los arquitectos nos dedicamos (o nos dedicábamos) a hacer edificios, y de ellos casi todos son (eran) casas. Pero en realidad no nos atrevemos a decir "casas", sino que decimos "viviendas" que, no sé por qué, suena más aséptico, y eso que deriva de "vivir".
Se habla del problema de la vivienda, del derecho a la vivienda, del acceso a la vivienda, etc. Incluso se dice eso tan horrible de "vivienda unifamiliar" y "vivienda multifamiliar" (que debería ser aquella en la que viven muchas familias: el piso-patera). Pero ningún niño, al terminar su partido de fútbol, dice: "me voy a mi vivienda", ni ninguna empresa repostera nos pide: "vuelve a tu vivienda por Navidad".
¿Qué es una vivienda? Una cosa mensurable, valorable, calculable... y, sobre todo, hipotecable. Es una cosa que hacemos los arquitectos. ¿Y una casa? Eso es otra cosa.
Estoy ahora enfrascado con la excelente novela Las correcciones, de Jonathan Franzen, en la que acabo de leer lo siguiente:

En las alumbradas casas de los Meisner, los Schumpert y los Person y los Root, se veía claramente que había gente en casa, familias enteras agrupadas en torno a las mesas, cabezas jóvenes inclinadas sobre los deberes, rincones que destellaban televisión, bebés en carenaje, un abuelo que pone a prueba las calidades de una bolsa de té utilizándola por tercera vez. Eran casas con espíritu, sin complejos.
Que hubiera alguien lo significaba todo para una casa. Era algo más que un hecho fundamental: era el único hecho.
La familia era el alma de la casa.
La mente despierta era como la luz de una casa.
El alma era como la ardilla terrera en su agujero.
La consciencia era al cerebro lo que la familia era a la casa.
Aristóteles: Suponiendo que el ojo fuera un animal. la visión sería su alma.

Este tipo de descripciones no son sorprendentes ni excepcionales en el mundo de la literatura, ni en el del cine. Sí que lo son en el de la arquitectura. Quiero decir que el "tema" de la literatura y del cine es el ser vivo, los problemas existenciales, mientras que el "tema" de la arquitectura es el espacio, configurado por elementos inertes.
En las fotografías de las grandes obras de arquitectura no hay gente. Se ven los espacios vacíos, los planos abstractos, la luz, pero nadie habita esos espacios ni nadie es iluminado por la luz.
Las casas de verdad son otra cosa.
Estamos hablando de cosas distintas, naturalmente. Una es la profesión, la técnica, el diseño. La otra es la experiencia vital, las peripecias de la vida.
Planteo la pregunta siguiente: "¿En una casa bien diseñada y construida hay más probabilidad de vivir feliz?" Nos gustaría que la respuesta fuera "sí", pero es, obviamente, "no". No tiene por qué. Pero es que la arquitectura no trata de eso.
Se supone que en una estancia bien iluminada se estudia mejor, se está más a gusto, se es más feliz, pero sabemos que esto no es necesariamente así.
Todo este artículo está mal planteado, porque sugiere que el arquitecto, con su oficio, no tiene ni idea de cómo hacer a la gente feliz. Es lo mismo que si dijera que un arquitecto, por bueno que sea, no puede evitar que contraiga un cáncer un habitante de una casa diseñada por él.
Ya, ya lo sé. Solamente me apetecía, por una vez, mostrar casas en vez de arquitectura.
Y pienso, por ejemplo, en la casa de mís tíos Carlos y Celia. Fue diseñada por mi tío, que no sabía nada del asunto, y estaba distribuida muy toscamente (el enorme salón central era ciego, el cuarto de mi primo daba a un patinillo muy pequeño, etc). Pero yo siempre fui muy feliz allí.
(No era la arquitectura: Eran las personas).
Me ha pillado blandito el texto de Franzen: El alma de la casa. ¿Qué es el alma de la casa?

domingo, 16 de octubre de 2011

Dos ejemplos, dos ideologías arquitectónicas

Siempre estamos con lo mismo:

modernidad / postmodernidad
funcionalismo / metáfora
racionalismo / poesía.

Esto ya aburre, ¿verdad?. Menudo tostón.
Bueno; aburriría si de vez en cuando, en las tontas horas de conducción, no aparecieran inesperadamente algunas joyas. (Joyas que debería prohibir la Dirección General de Tráfico, porque producen súbitos ataques de placer que podrían provocar accidentes).
(Por cierto: las fotos me las ha proporcionado una fuente que, como comprenderá la Meretérica, mantendré en el más riguroso economato).
El primer ejemplo está en la entrada de Aranjuez (Madrid), viniendo desde Madrid por la carretera antigua, a mano derecha.
(Si clicáis la foto, se ampliará y podréis ver los sorprendentes detalles).
Es una casa muy sencilla y muy agradable, diseñada con gusto y limpieza.
Obviamente, el dueño ha necesitado un poco más de altura, probablemente para crear un altillo. Ha analizado racionalmente sus necesidades programáticas y las ha resuelto directa y perentoriamente. Funcionalismo puro, sin concesiones a la "estética", sin tonterías. No se ha molestado en quitar la moldura que señala el anterior perfil del hastial. (Bueno, por no molestarse no se ha molestado ni en pintar su obra).
Soy un racionalista convencido, un funcionalista confeso, y por lo tanto no sé qué afear en esta intervención. Si acaso, se me ocurre la ya mítica observación que le hace la Juani a la Cristal en ¿Qué he hecho yo para merecer esto?: "Solo tienes sensibilidad en el shosho". Pues sí; hay gente que tiene la sensibilidad ahí mismo. ¿Pero qué es la sensibilidad? ¿Ya estamos con chorradas? ¿Es que vamos a volver a hablar de "la belleza"?
No. No me lo puedo tolerar a mí mismo. Siempre he estado convencido de que una máquina de afeitar es hermosa porque funciona bien, y de que no hacía falta más para "embellecerla". Es más: los intentos de embellecimiento siempre desembocan en la chabacanería y en el kitsch.
Pues entonces esta ampliación es estupenda, y arquitectónicamente irreprochable. Y no sé decir nada malo de ella.
Una última foto antes de que desaparezca detrás del árbol:
Por cierto: ¿Por qué nos parece tan hermoso un árbol? Porque funciona. Porque es un organismo habilísimo. Pues la casa de detrás también funciona ahora mejor que antes. (Supongo; no la conozco por dentro. Pero me imagino que si no fuera así no se habrían gastado el dinero en hacer eso).
Me reafirmo en que toda "chabolización" de un edificio se hace siempre en aras de la funcionalidad. La chabola es la "máquina de habitar" en su estado puro.

jueves, 6 de octubre de 2011

El arquitecto místico (y III)

Si en las dos entradas anteriores hemos hablado de un arquitecto visionario, trascendente y místico, entregado a un monumantalismo metafórico, pero hemos mostrado algunas de sus obras más valiosas (que repetimos que las tiene), ahora vamos a mostrar sus ejemplos más simplones, incomprensiblemente muy valorados en su momento por la inmensa mayoría de la crítica y de los arquitectos.
(Ahora se habla ya muy poco de todo eso. Pero curiosamente la búsqueda de una monumentalidad intemporal, de la "arquitectura esencial de siempre", abocó a una moda, a una moda más. En su momento arrasó, pero ahora parece haber pasado. Como todo).
El gran Bruno Zevi dice que "los residuos Beaux-Arts de Kahn fueron aceptados como novedades dentro del fenómeno de 'vanguardia hacia atrás' más clamoroso de cuantos se produjeron en el pasado siglo". (Se refiere al S.XIX).
También dice que "el esplendor de Louis Kahn se explica sobradamente con el vacío cultural determinado por la crisis de 1955: era preciso descubrir, en parte inventar, a otro "maestro", función que él supo desempeñar. Tuvo la desgracia de ser glorificado como héroe y demiurgo por críticos desenvueltos que postularon apresuradamente el agotamiento de las invariantes lingüísticas, abiertas y dinámicas, del movimiento moderno [...]. De hecho, Kahn no creía en el revival académico, pero se vio atrapado por el personaje que le habían atribuido sus incautos exegetas. Sustituía el lema 'la forma sigue a la función' por 'la forma evoca la función'; con todo, el clasicismo no sigue ni evoca, sino que humilla las funciones y representa únicamente ideas abstractas".
Aquí tenéis algunos ejemplos, un poco sonrojantes:

lunes, 3 de octubre de 2011

El arquitecto místico (II)

Jan C. Rowan, en la revista Progressive Architecture, en 1961, escribió un encendido elogio sobre lo que se estaba fraguando en Filadelfia:
"En Filadelfia ha surgido un movimiento nuevo y vigoroso, armado con un poderoso evangelio... Hay allí un grupo de arquitectos que mira precisamente a esto: una nueva arquitectura, nueva en el sentido de que una vez más intenta ser esencialmente arquitectura. El líder espiritual del grupo es Louis I. Kahn".
¿Un poderoso evangelio? ¿Líder espiritual? ¿Qué es esto? ¿Una secta? Podríamos pasarnos toda esta entrada comentando estas líneas. Fijáos solo en esto: En Filadelfia se está mirando "a esto: una nueva arquitectura". ¿Por qué es nueva? Pues porque "una vez más intenta..." ¿Una vez más? ¿No era nueva?
¿Y qué es lo que intenta? "Ser esencialmente arquitectura". Ya estamos con la tautología: una arquitectura que intenta ser arquitectura. (¿Y qué intentaba ser antes?). Suena tan chorra como eso de: "sé tú mismo". (¿Y quién narices quieres que sea si no?). "Yo soy el que soy". "El espacio... es". Pues sí que estamos bien.
Por lo tanto, agotados ya todos de tanta modernidad, "lo nuevo" fue volver a mirar al pasado. Lo nuevo fue olvidarse del pernicioso movimiento moderno y mirar hacia atrás, hacia la "auténtica arquitectura". Pues vaya. Así que eso era lo nuevo.
Sí que hay una novedad real en Kahn, una novedad interesantísima. Si el movimeinto moderno pretendía cumplir el programa de la manera más eficaz, Kahn plantea que la arquitectura consiste en "crear un espacio que evoque un sentimiento de uso". (Puf: Con la rabia que me da la arquitectura metafórica: Espacios que no sirven para un uso, sino para evocar el sentimiento de ese uso). Y afirma que, para conseguir eso, "el primer acto de un arquitecto debe consistir en cambiar el programa asignado, no ya para satisfacer sus exigencias, sino para sumergirlo en el reino de la arquitectura, es decir, en el reino de los espacios. El proyecto de un edificio se lee como una armonía de espacios en la luz".
Esto puede tener una lectura mezquina (la mía): El arquitecto se pasa el programa por ahí mismo y proyecta una armonía de espacios de luz, aunque, como decíamos en la entrada enterior, la zona de lectura sea incomodísima y ruidosa y los libros, desde las estanterías del archivo, sean los únicos que tienen unas vistas excelentes y mucha paz.
También tiene una lectura hermosa (la de alguien más generoso y más positivo que yo): La arquitectura no es la mera funcionalidad. La arquitectura es poesía. Si en la zona de lectura no se está todo lo cómodo ni todo lo silencioso que uno querría, sí se disfruta del espacio, se respira alegría excitante y se siente un "algo" inefable.
A pesar de que me hago el duro, también estoy de acuerdo con esta segunda lectura. Pero yo defiendo, y siempre defenderé, que el cumplimiento eficaz del programa es lo primero. Es una condición necesaria. No suficiente; de acuerdo. La arquitectura es más que el mero cumplimiento. Pero lo primero es cumplir el programa.
Este texto de Kahn significa que cuando el programa sea antipático y no te deje "crear" te lo tienes que saltar. Nos ha fastidiado. Para mí eso no es arquitectura. Eso es escurrir el bulto.
Con razón se dice que Kahn fue un pionero, y un apóstol, y un mesías. Como que su mensaje ha cundido, y así nos va.
Pero Kahn no es esa simplificación. Kahn nos hizo reflexionar sobre los "espacios de recorrido" y los "espacios de llegada", sobre los "espacios servidos" y los "espacios sirvientes", y verdaderamente supo organizar y jerarquizar los espacios, y bañarlos de luz natural, y pasar de una garganta angosta a una sala enorme, o de un lugar oscuro y con techo muy bajo a otro muy luminoso y con los techos altísimos, como solo sabe hacerlo un verdadero arquitecto, un creador de espacio, que lo sabe diseñar y controlar, y que lo hace funcionar emocionalmente. Y eso es la arquitectura.

jueves, 29 de septiembre de 2011

El arquitecto místico (I)

Louis I. (Isadore) Kahn era el arquitecto con menos glamour del mundo. De niño se cayó sobre el brasero de su casa, y tenía toda la cara llena de cicatrices. Los ojos eran pequeños, muy cerrados, y a menudo tenían legañas. Los orificios de la nariz eran grandes y solían mostrar humedad. Tenía el pelo desordenado y no muy limpio. Vamos: Un Adonis.
Y, sin embargo, los hombres y, sobre todo, las mujeres, le adoraban.
Vivió simultáneamente con tres mujeres (casado con una de ellas, visitaba asiduamente a las otras dos), y tuvo tres hijos (dos hijas y un hijo), uno con cada una de ellas.
Era irresistible.
Fue profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale, y sus clases levantaban casi tanta expectación y tanto entusiasmo como los que levantarían los conciertos de The Beatles diez años después.
Los alumnos (tanto los suyos como los que venían de todas partes) llenaban la gran aula, y esperaban ansiosos el comienzo de la clase. El profesor hacía su gloriosa aparición entre suspiros contenidos de la masa. Se dirigía al auditorio... y se quedaba callado.
Respiraba. Meditaba.
(Los alumnos no respiraban).
Entonces el Maestro decía: "El espacio..." (y se quedaba en silencio unos segundos) "...es".
Los jóvenes temblaban. "Ooooohhhh". El aire coagulado del aula se podía trocear.
-¿Has oído?
-¡Sí! ¡Sí!
-¡Qué hombre! Estoy temblando.
-Yo también.
Dos o tres minutos después, el Maestro volvía a hablar, muy despacio:
-La luz...
-...
-...
-...
-... es.
Bueno. Aquello era la bomba. La repanocha.
-Creo que me voy a desmayar.
-No me extraña. Desmáyate.